Original del África oriental y meridional, el Aloe Vera Barbadensis Miller, ha sido considerada una planta “milagrosa” prácticamente desde los orígenes de la humanidad. Las propiedades curativas del Aloe fueron ya conocidas y probadas por infinidad de culturas.

Vamos a hacer un breve recorrido histórico para conocer cómo ha sido considerado  la Historia del aloe vera hasta nuestros días.

MESOPOTAMIA

La primera referencia que se tiene del aloe es en unas tablas de arcilla de Nippur (2200 a.C.) en las que se hizo mención escrita del aloe, al que consideraban como una planta divina capaz de ahuyentar los demonios (así entendían en aquellos tiempos las enfermedades).

ANTIGUO EGIPTO

Los primeros registros sobre las propiedades de la savia de Aloe Vera datan de hace casi 6000 años, en Egipto. El aloe era considerado como la “planta de la inmortalidad” que proporcionaba belleza y salud. Se han encontrado representaciones de la planta en sepulcros y monumentos funerarios de los faraones, y aparece también mencionada en el “Papiro de Eber” (1550 a c.), conocido como el “Libro de los remedios Egipcios”.

Cleopatra y Nefertiti utilizaban el jugo de aloe en sus rituales de belleza diaria, es decir, conocían sus propiedades cosméticas. Se dice que el brillo de los ojos de Cleopatra se debía a un colirio confeccionado a base de aloe y que la belleza de la piel de Nefertiti provenía de los famosos baños en leche de burra y jugo de aloe. Se utilizaba también en el proceso de embalsamamiento de los faraones, en los rituales de enterramiento. Por sus propiedades bactericidas; se creía que al retrasar la descomposición se alcanzaba la vida eterna, con lo que era conocía como la “planta de la inmortalidad”; además, cuidaba y alimentaba al faraón en su viaje hacia el “más allá”. De la inspiración de cleopatra hemos creado nuestra crema egipcia que combina aloe vera, aceite de oliva, jalea real, miel de flor de aloe vera, propoleo, polen y cera de abeja.

Historia del aloe vera egipto

GRECIA

En la antigua Grecia el aloe se utilizaba por sus propiedades curativas, siendo además símbolo de belleza, paciencia, fortuna y salud.

Hipócrates, en uno de sus tratados, describe el aloe como ideal para el crecimiento del cabello, la curación de tumores, alivio digestivo… También cuenta la leyenda que Alejandro Magno (356 - 323 a.C.), alcanzado por una flecha en el asedio de Gaza, vio como su herida se curaba gracias a un ungüento a base de aloe que un sacerdote enviado por Aristóteles mandó preparar para él. Por ello cuentan que quiso conquistar la isla de Socotra, conocida por la abundancia del cultivo de aloe, para asegurarse provisión permanente de esta planta para curar a sus guerreros.

ROMA

Los romanos aprovecharon la experiencia de egipcios y griegos en cuanto al uso del aloe. Fue durante las guerras púnicas que descubrieron sus propiedades, al ver que los prisioneros cartagineses la usaban para curar sus heridas.

Durante el reinado del emperador Nerón, el médico naturalista Dioscórides (40-90 d.C.), que había viajado por Oriente y sirvió durante años en el ejército romano, describió en su tratado “De materia médica” unas 600 plantas medicinales, siendo el aloe una de sus favoritas, a la que consideraba ideal para tratamiento de enfermedades y dolencias. Destaca, entre otras, las virtudes anticoagulantes de la sangre de las heridas y virtudes cicatrizantes.

MUNDO ÁRABE

El nombre de la planta “aloe” es de origen árabe y significa “ amargo”, haciendo mención a su sabor.  Fueron precisamente los árabes los que extendieron el cultivo de aloe por Europa y quienes empezaron a comercializarlo, extrayendo la pulpa con un procedimiento con prensas de madera o pisando las hojas (como la uva) para extraer el gel que luego secaban al sol en bolsas de piel de cabra, así quedaba reducido a polvo y era más fácil de comercializar.

Así fue que el aloe en el siglo VI a.C. ya había sido exportado a Persia e India.

FENICIOS

Los mercaderes fenicios, posteriormente, extendieron el empleo de la planta por todo el imperio greco-romano y algunos países asiáticos. También secaban la pulpa en odres de piel de cabra y la exportaban por todo el área de influencia greco-romana.

INDIA

El uso de aloe en la medicina India se remonta al siglo VI a.C., siendo muy apreciado en la medicina basada en la Ayurveda (medicina tradicional hindú). Considerada planta sagrada, el aloe era un elemento importante en ritos de sacrificios. Actualmente, aún se emplean hojas de aloe, señal de renacimiento y vida eterna, encima de las hogueras funerarias.

EDAD MEDIA Y RENACIMIENTO

Fue en las Cruzadas cuando los guerreros cristianos, al ver que sus oponentes musulmanes consideraban el aloe como el remedio por excelencia, descubrieron los beneficios de esta planta. Como ya contamos, los árabes extendieron el cultivo del aloe, así llegó a Andalucía. Se dice que una buena parte de los marineros de la Santa María fueron salvados de la enfermedad y la malnutrición gracias a su pulpa, con lo que a partir de este momento los españoles siempre viajan con aloe abordo de sus naves. Cristóbal Colón llegó a darle el nombre de “doctor maceta”.

Paracelso, médico conocido del Renacimiento, descubrió las propiedades del aloe —en Salerno, luego en España y en Portugal—, al que llegó a citar como “misterioso y secreto aloe cuyo jugo de oro cura las quemaduras y los envenenamientos de la sangre”. Pero fueron en especial los jesuitas portugueses y españoles, siguiendo los pasos de los primeros exploradores, quienes cultivaron el aloe en las distintas colonias de América, África y Extremo Oriente.

LOS MONJES JESUITAS Y EL NUEVO MUNDO

Durante el siglo XV los jesuitas españoles, considerados muy bien preparados a nivel médico (por su conocimiento del griego y del latín, que les permitía haber leído las obras más importantes de la medicina clásica), difundieron el cultivo y uso de la planta por gran parte de lo que hoy conocemos como Iberoamérica, México y algunas zonas del sur de EE.UU.

El hecho de que el aloe crecía en abundancia en nuestro país permitió a los jesuitas hacerse buenos conocedores de la planta y su utilización, con lo que tras los conquistadores aparecían estos monjes. Se dice que donde no crecía el aloe de forma natural, ellos lo plantaban.

Existen evidencias de que fueron estos monjes los que llevaron el aloe a las costas septentrionales de Sudamérica a las Antillas holandesas e incluso a las Filipinas y otras islas del Pacífico.

INDIOS AMERICANOS

El aloe vera era una de las 16 plantas sagradas de los indios americanos.

Empleaban el aloe en diversas formas y usos: comían las hojas cocidas, usaban la pulpa fresca para frenar hemorragias y cicatrizar heridas, el gel fermentado lo usaban para calmar el vientre, limpiar riñones, vejiga, tos... Los famosos curanderos la usaban para curar heridas, picaduras y mordeduras de serpiente.

En la América precolombina las chicas mayas se untaban la cara con jugo de aloe como lo había hecho Cleopatra en tiempos anteriores. También se frotaban el cuerpo con la pulpa antes de salir a cazar o a la guerra. La consideraban la planta mágica por excelencia, capaz de alejar de toda enfermedad a todo aquel que la comía; concedía cordura a todo aquel que no gozaba de buena salud mental.

Los jíbaros la consideraban “el médico del cielo” ya que creían que la planta sagrada les volvía invulnerables.

Como hemos comentado antes, tras la conquista fueron los Jesuitas quienes relanzaron verdaderamente el aloe en las colonias americanas. Conocían las virtudes medicinales de esta planta que se cultivaba cuidadosamente en los monasterios de Andalucía.

EXTREMO ORIENTE

Japoneses y chinos han empleado y emplean el aloe en múltiples preparados farmacéuticos y cosméticos.

En Japón el aloe es una planta muy bien considerada cultivada para infinidad de usos. En el pasado, los samurai untaban el cuerpo con pulpa de áloe para evitar a los demonios y conseguir la inmortalidad.

Los chinos también aman esta planta y la utilizan en todas sus formas, siendo considerada desde hace siglos como un medicamento específico para las quemaduras y enfermedades de la piel. Encontramos referencias en la farmacopea china de Li Shih-Shen (1518-1593) donde llama al aloe el “remedio de la armonía” considerándola una de las plantas con mayor virtud terapéutica de la historia.

Incluso los terapeutas itinerantes chinos o “médicos descalzos”, usaban las espinas del aloe ferox como agujas de acupuntura.

Toda esta magnífica reputación del aloe, desde la antigüedad hasta nuestros días, ha llevado a científicos a estudiar sus propiedades medicinales, y sus efectos terapéuticos, admitiendo que muchas de estas propiedades legendarias son reales y añadiendo nuevas virtudes a la lista.